ÉXITOS DE LA TERAPIA PSICOLÓGICA
“El 2 de julio de 2019, me vine finalmente abajo, tuve una fuerte crisis de ansiedad que me llevó a urgencias. Mi estado de ánimo era deplorable, me sentía muy desgraciada y desesperada, perdida en un agujero negro del que no conseguía salir. Cada vez que intentaba hablar de mi situación se me ponía un nudo en la garganta, sentía angustia, pena, desesperación, frustración, rompía a llorar, también porque no conseguía encontrar salida a ese estado de desesperación. Mi médico de cabecera me dio la baja y me derivó a Psicología, pero había una lista de espera de más de cuatro meses. Yo había iniciado terapia con un psicólogo particular y las primeras sesiones con aquél psicólogo, no fueron fructíferas, pienso que el terapeuta aún no había diagnosticado adecuadamente mi problema e insistía en profundizar más en mi personalidad que en mi problema, y eso me hacía sentir muy culpable. Después de más de un mes sin sentir mejoría mi médico de cabecera me recomendó PRIDICAM, un gabinete de atención especializada en Mobbing.
Desde los primeros días de terapia con Belén me sentí comprendida, recuerdo la sensación de alivio al salir de cada sesión, un verdadero bálsamo. La terapeuta analizó y comprendió mi problema y mi situación desde el minuto uno y le puso nombre a mi situación de mobbing en el trabajo.
El trabajo profesional en terapia me guio en la identificación de que sufría mobbing, algo que tu subconsciente rechaza o niega quizá para protegerte del sufrimiento que ello te genera y que, alargándose en el tiempo, esa protección se enquista y te impide ver y actuar, pierdes perspectiva. Empezar a reconocerlo y a entender el por qué yo era víctima de aquello, te sitúa en otro plano más activo. Me di cuenta de que yo no era culpable de nada, así que empecé, con ayuda, a abandonar el sentimiento de culpa, recuperé mi autoestima y la energía suficiente para poder tomar decisiones. En mi caso y circunstancias, comprendí que la situación no iba a cambiar, y el tiempo me enseñó que yo tampoco la iba a poder cambiar, ya que cualquier cosa que intentaba hacer, me perjudicaba aún más, así que sólo podía aprender a gestionarla, protegiéndome y estableciendo estrategias para protegerme a mí y a mi salud. Entender la situación te da lucidez y eso te da capacidad de reacción y decisión, porque tenía que tomar una decisión y decidí volver al trabajo. Una vez tomada la decisión, también PRIDICAM estuvo ahí y me asesoró sobre la mejor manera de gestionar con la empresa mi decisión.
En definitiva, tomar consciencia me fue dando poco a poco las herramientas necesarias para adaptarme y poder defenderme de esa situación tóxica y destructiva. No puedo más que agradecer el trabajo brillante y profesional de mi psicóloga, una ayuda impecable desde el primer día y un alivio constante que se iba transformando en fortalezas. Estar en una situación tóxica produce muchas consecuencias destructivas y recomponerse es posible con la ayuda profesional adecuada.
En el trabajo las cosas no han cambiado, pero si ha cambiado mi manera de percibirlas y afrontarlas. También han cambiado mis objetivos y mis expectativas, ahora son otras, pura supervivencia. Me veo mucho más lúcida, más segura y eso me hace más fuerte, puedo controlar mis emociones e incluso establecer yo misma las estrategias adecuadas que necesito para proteger mi salud y mantener el nuevo rumbo de esta situación y eso tiene un valor enorme para mí.
Millón de gracias a mi psicóloga Belén Retuerta y a PRIDICAM y, también, porque sé que puedo seguir contando con ellos.”
Me respeto. Me respeto. Cada día más. PORQUE YA NO ESTOY ATERRADA. Sé que hago bien mi trabajo, soy responsable y respetuosa con mis compañeros. No valgo más que nadie, pero tampoco menos. Mi trabajo hace que mi empresa sea mejor, que mi entorno sea mejor, y ellos lo saben. Y lo más importante, ellos saben que yo lo sé. Sé decir “NO” y puedo expresar respetuosamente mis opiniones sobre mis tareas ante mis responsables y compañeros. PUEDO PONER LOS LÍMITES Y NO PERMITO EL ABUSO, NI LAS INTIMIDACIONES NI LAS AMENAZAS. Mi trabajo ya no es una tortura. Ahora puedo dormir, puedo comer, estoy tranquila y medianamente feliz, y sin necesidad de medicación. Disfruto de las pequeñas cosas y de la vida. Y para llegar a este punto, a cómo era mi vida antes de entrar en el infierno, la ayuda de mi familia y amigos ha sido fundamental, pero no suficiente. No hubiera podido hacerlo sola. No hubiera sabido. Porque ni siquiera sabía lo que me estaba pasando, ni siquiera sabía que estaba siendo víctima de acoso hasta que enfermé. Y es entonces cuando tuve la suerte de contar con el apoyo de PRIDICAM. Gracias a todos de corazón y especialmente a Belén Retuerta no sólo por su profesionalidad sino también por su bondad y calidez a la hora de llevar mi caso.
Como persona acosada fui progresivamente siendo despojada de todo hasta que finalmente mi acosadora particular y su séquito de lameculos (término recogido en la Real Academia de la Lengua Española) me asestó el golpe que ella creía que iba a ser mortal: me privó de mi voluntad, me paralizaron. Desacreditaron mi trabajo (que paradójicamente el cliente para el que trabajaba sí sabía valorar) falseando cifras y hechos, intentaron aislarme del resto de mis compañeros, hicieron insinuaciones sobre mi estado mental (que ellos mismos habían contribuido a crear convirtiéndome en un guiñapo, y lo que es peor, en un guiñapo que sufría). Pero a la tipa en cuestión le salió el tiro por la culata. Debe de ser porque a este guiñapo el instinto de supervivencia le hizo reaccionar. Y buscar ayuda. Y la encontré.
Recuperé mi voluntad y mi autoestima. Decidí salir del averno que era aquella empresa. Conseguí un nuevo trabajo. No siempre es necesario irse. En mi caso, sopesé las opciones y era la mejor, porque decidí que no quería trabajar en una empresa en la que no se respetan los derechos del individuo, en la que una persona con tanta responsabilidad como aquella supervisora de pacotilla es una persona mediocre, sin formación y sin ganas de formarse, que no respeta a sus subordinados, que insulta, acorrala, humilla, que desconoce su trabajo y que crea una camarilla de familiares y amigos incompetentes a su alrededor para no tener que soportar su propia miseria humana cada día. Decidí que no quiero que una persona que no vale menos que yo, pero tampoco más, me menosprecie y me torture psicológicamente simplemente porque tenga unos complejos que, en vez de superar y hacerla una persona mejor, los utilice para hacer daño precisamente a sus subordinados que sí hacen bien su trabajo y que por consiguiente le permiten mantener su puesto privilegiado.
He resurgido de mis cenizas como el Ave Fénix. No es un trabajo fácil, ni rápido. No chascas los dedos y de pronto ves la luz y todo cambia a tu alrededor, porque de hecho no cambia. Quien cambia eres tú. Es un proceso de curación que lleva tiempo, hasta que descubres cómo eres, por qué eso te ha pasado a ti y por qué has reaccionado (o no) de esa forma. Hay que ser perseverante, y PRIDICAM estuvo ahí para ayudarme y para apoyarme, para saber que yo era víctima, y que nosotros sí podemos decidir si queremos seguir siéndolo. Yo decidí que no.
Muchas gracias de corazón a todos y por todo. Por darnos voz y hacer que recuperemos nuestra propia voz.
Un abrazo muy afectuoso.
El apoyo de la terapia, para mí, fue clave para sobrellevar de la mejor forma posible el proceso. Un largo y duro proceso, con muchos altibajos y con muchas dudas, que me afectaba directamente en mi trato con mi familia, con mi hija, con mi marido e incluso con mis amigos. Quieras o no, seas consciente o no de hasta qué punto estas llevando tu sufrimiento a tu hogar, éste repercute directamente en los tuyos.
Para mí el apoyo psicológico de Belén supuso un antes y un después en ese momento tan oscuro de mi vida, llegué muy mal psicológica y emocionalmente, sin fuerzas para seguir adelante, sintiéndome culpable por absolutamente todo, teniendo sólo un tema en mi cabeza y en mis conversaciones, eligiendo mal las personas en las que confiar, sin saber cómo seguir adelante e incluso sin saber si algún día podría salir de aquel pozo en el que me encontraba. La transformación fue completa y poco a poco fui recuperando mi autoestima lo que me permitió volver a ser yo misma, a retomar el rumbo de mi vida, a valorar de una forma objetiva mi situación, y las posibles salidas, y a afrontar los resultados de mis decisiones.
Sin su apoyo no podría haber seguido adelante con mi vida, deshaciéndome de esa carga tan pesada que llevaba conmigo, aprendiendo de todo lo vivido, de todo lo sufrido, aprendiendo a valorar el futuro con optimismo, a valorar las cosas en su justa medida y a ser más fuerte. Aprendiendo a que siempre hay opciones. Cuando una puerta se cierra, siempre hay otra esperando a abrirse para ti, sólo debes seguir caminando y si ese camino es muy duro y oscuro, la terapia te dará apoyo incondicionalmente, al igual que hicieron conmigo, y por ello les estaré siempre agradecida.
La terapia individual ha supuesto una gran ayuda para llegar al punto en el que estoy, esto es: volver a ser yo misma y tener la seguridad necesaria para decidir acabar con la situación de acoso.
Los beneficios más inmediatos han sido:
I.- confirmar lo que en el fondo ya sabes (por eso acudes a terapia), pero que en momentos de confusión y debilidad (porque estás muy débil, y aunque duela reconocerlo te has convertido en víctima), es importantísimo que te corroboren desde fuera.
II.- deshacerse de toda la rabia, impotencia, desasosiego y confusión que la situación te genera y que te intoxica inevitablemente. Y eso con alguien que no sólo te comprende, sino que te guía en el camino para entender (y dejar de lado) todos esos sentimientos negativos.
III.- vergüenza: dejársela al acosador (aunque no tenga). Quizá lo más difícil, pero indispensable para recuperar la autoestima y el control de la situación. En mi caso era un sentimiento muy fuerte, que me impedía incluso hablarlo abiertamente en un círculo íntimo. Aquí la ayuda de un profesional ha sido impagable.
IV.- recuperar el control. De ti misma y de la situación. Aunque parezca imposible y el acoso solo vaya a más, tú siempre puedes dominar la situación. Aquí de nuevo la ayuda de un profesional ha sido especialmente importante. Las técnicas de asertividad y las herramientas que te dan para desenmascarar al acosador y al acoso, y protegerte tanto personal como profesionalmente han sido importantísimas para superar la situación.
Encontrar la asistencia de Pridicam y tener a Belén Retuerta como psicóloga fue providencial.
Un año antes empecé a sufrir mobbing en mi trabajo, pero yo no tenía muy claro que era lo que estaba pasando.
Pensaba que era yo quien había empezado a trabajar mal, a dudar en el desarrollo de cualquier tarea que antes hacía de forma casi mecánica, que había dejado de valer y por eso me trataban así.
Llegó el día que no pude más y me rompí.
Fue entonces cuando acudí a Pridicam y Belén me tomó de su mano. Su empatía fue inmediata y confié en ella desde el primer momento.
Me ayudó a entender todo y a tener confianza en mí. No fue un camino fácil emocionalmente hablando, pero seguí sus consejos para trabajar en mi día a día y veía el fruto.
Trabajar con ella marcó un antes y un después en mi vida.
Gracias, gracias, gracias.
En mi caso, la terapia psicológica fue esencial.
Comencé a trabajar en un centro nuevo, y desde el minuto cero mi presencia no le resultó grata a ciertos «compañeros”. Desde ese primer día empecé a vivir situaciones laborales realmente extrañas que me desconcertaban y que no conseguía entender. Poco a poco se fue pasando a un ataque (verbal) directo y a crearse conflictos que realmente ni existían para poder acusarme a mí de generarlos.
Mis intentos por conseguir realizar mi trabajo evitando cualquier tipo de conflicto innecesario y mis continuos cambios de estrategia para crear un ambiente laboral medianamente sano desde la coherencia no solo resultaron en vano, sino que sirvieron para que sus ataques se intensificasen.
Después de año y medio llegué a tal punto de desconcierto y de ansiedad brutal que no sabía ni lo que me estaba pasando.
Y aquí entró en juego la ayuda psicológica que, tal y como he dicho antes, para mí fue vital.
Hasta este momento, por mi cabeza no había pasado que yo estuviese sufriendo acoso laboral. Sinceramente, nunca habría imaginado que esto fuese acoso laboral. Sin tener mucho conocimiento sobre este tema, siempre pensé que se trataba de ataques directos que reconocías fácilmente. En mi caso fue todo muy sutil, realmente yo no fui capaz de identificar el entramado que había a mis espaldas, siempre con la intención de desestabilizarme. Y vaya que si lo consiguieron.
En mi primera visita al servicio de psicología (derivada por mi médico de cabecera), la psicóloga, tras escuchar mi relato y comprobar mi estado de ansiedad, me dijo textualmente; «estás sufriendo acoso laboral, y probablemente lo que pretendan es que te vayas», y me dijo que me leyese un libro sobre mobbing.
Tras leer el libro comencé a entender lo que había estado viviendo. Estaba todo escrito. Cómo actúa el acosador para desestabilizarte y cómo vas tú enfermando física y psicológicamente tras cada ataque directo o indirecto.
A partir de ahí y con la ayuda de mi entorno (que por suerte siempre tuve a mi lado) empecé a buscar ayuda especializada en temas de acoso laboral. Una amiga encontró información sobre PRIDICAM y comencé terapia con Belén.
Imagino que cada caso de acoso laboral tendrá sus particularidades, pero para mí lo primordial fue que se le pusiese nombre, «ACOSO LABORAL», a partir de ahí ya puedes trabajar en ello.
La terapia psicológica me ayudó primeramente a desprenderme de la culpa y a poder hablar de lo que estaba viviendo sin sentir vergüenza. A lo largo de la terapia, te vas dando cuenta de que no estás loco, que no estás perdiendo la cabeza, que lo que te está pasando es real y que hay una intencionalidad en cada actuación contra ti. El profesional en psicología te enseña cómo funciona el acoso laboral y ponen nombre a cada uno de los componentes para que este acoso se pueda llevar a cabo (acosadores, testigos mudos, «los que se suben al carro porque resulta más fácil»). Al tener cada elemento identificado acabas entendiendo cómo funciona y empiezas poco a poco a desprenderte de la culpa que los acosadores han conseguido, gotita a gotita, generar en ti. En cada sesión vas recuperando la autoestima que el acosador te ha ido minando y poco a poco vuelves a ser tú para poder afrontar la situación.
También me gustaría apuntar que la salida de ese entorno para mí fue realmente necesaria. A lo largo de los años que sufrí acoso tuve varias bajas laborales que me ayudaron a recomponerme otra vez. Creo que, si no sales de ese entorno, aunque sea temporalmente, difícilmente puedes recuperarte.
Espero que mi relato sirva para ayudar a otras personas que pasen por lo mismo.
A quien le pueda interesar,
Hace ya varios años de mi visita al psicólogo por acoso en el trabajo y fue una de las mejoras cosas que pude hacer. Varias veces escuché de personas cercanas, ¿para qué vas a ir a un psicólogo cuando lo que te va a decir es lo que ya te estoy diciendo yo? pero te puedo asegurar que no es lo mismo.
Un psicólogo es un profesional que primero sabe cómo tratarte en un momento muy duro en el que tienes los sentimientos a flor de piel y que cualquier comentario te hace llorar.
Es cierto que en las primeras sesiones lloré sin parar, apenas podía hablar porque tenía que recordar muchos momentos que me hicieron sufrir, pero Belén hizo que una vez “sacadas todas esas emociones” se produjo un “click” en mi cabeza y ya no he vuelto a ser la misma. Ahora aplico sus enseñanzas en todos los aspectos de mi vida (laboral, familiar, personal, amorosa) y me encuentro mucho mejor.
Soy una persona más positiva, más segura de mi misma que antes y eso se nota, la gente me dice…”se nota que has cambiado, te veo más feliz”.
Así que animo a toda esa gente que no sabe gestionar sus problemas a ir a un profesional. Si te duele algo físicamente vas al médico a que te cure, pues de la misma forma, en el caso de dolor “emocional” lo mejor que puedes hacer es ir a un psicólogo.